Las voces de su padre y de su tío, el recuerdo de su infancia junto a ellos, la inspiración constante de una guitarra y la composición son parte –y razón- de su camino artístico. Su versatilidad es tan solo una de las claves de su reconocimiento…

Por María José Troya C. @mariajosetroya Foto: Pablo Rodríguez.

Es elocuente y, con café en mano durante nuestra entrevista, contó con detalle sus mejores anécdotas y momentos sobre el escenario; lo hace con la confianza de que su camino se ha labrado con esfuerzo, pero sin dolor o dramas. Ha disfrutado de cada proceso y también de cada canción que, finalmente, se han convertido en piezas que componen la banda sonora de su vida. Tiene más de 20 años de carrera artística y es uno de los cantantes nacionales que ha sabido posicionarse frente a su público gracias a su talento, pero también a su frescura para presentarse. Muchos lo reconocen por dar vida sobre el escenario al repertorio del gran Gustavo Cerati –de quien se confiesa un admirador- aunque también hay fuertes influencias de Sting y Draco Rosa. Lo que no todos saben es que es un artista multifacético que en sus raíces latinas y ecuatorianas está el motor de su música.

Su pasión por la guitarra empezó a los 14 años. Estudió Música en Argentina y vio la oportunidad de poder tocar allá: un aprendizaje que le sirvió para su regreso al Ecuador. Desde ahí, ha logrado fusionar su fortaleza para componer y crear su propia música con los covers de otros artistas que definitivamente han servido como una catapulta. Ahora promociona su repertorio propio, sus canciones que van develando a un hombre maduro, talentoso por demás y con muchas ganas de seguir sobre el escenario. Genoveva Mora, su madre, Patricio y Renato Andrade (su padre que falleció hace unos años y su tío que lo acompaña en algunos de sus shows) están indudablemente, involucrados en esta historia musical tan sensible como exitosa.

¡Cuéntanos más de tu faceta de compositor y sobre tus discos!

Tengo tres discos: uno que grabé en Alemania con mis canciones de ese tiempo, luego otro con 13 canciones y en 2005 uno que fue masterizado en Argentina. De ahí en adelante, la tecnología cambió y de repente aparecieron plataformas digitales en las que no era necesario tener un disco entero, y eso permitió incluso tener un estudio en casa. Como artista y compositor, a veces es necesario tener un álbum porque es lo que te permite contar una historia completa. Hay hilaridad de una época, hay homogeneidad y es como un libro que da vida a una época precisa. Tengo mucho material para contar (risas).

Estás constantemente sobre los escenarios ¡incluso durante la pandemia!

¡Sí! Es un privilegio para mi. Me siento agradecido porque mucho tiene que ver con la demanda del público y también le atribuyo a mi camino musical porque he tocado con muchos músicos, en varios géneros, en varios lugares. Tocaba el bajo por aquí, la guitarra, el piano, a veces cantaba rumba flamenca, ritmos tropicales, baladas, rock… pero siempre he estado presente. Este camino musical le debo a mis familia porque con ellos toqué pasillos y boleros y eso me llena e inspira hasta ahora. Mi carrera de cantautor tiene una historia de vida.

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