Enfocada en disfrutar del proceso, de aprender y conocer más de sí misma y de su potencial; Delary quiere trasmitir la fuerza de su personalidad y reafirmar que la verdadera belleza femenina se forma desde adentro hacia afuera…
Por María José Troya. Fotógrafa: Soledad Rosales
Es imposible pensar que Delary pudiera haber pasado desapercibida, aunque dice que así fue hasta su adolescencia cuando fue descubriendo, poco a poco, su impactante belleza. Estaba, ella, más concentrada en su colegio, en los deportes, en las actividades propias de una joven que estaba descubriendo el mundo y aquello que le apasionaba. Sin embargo, su presencia resulta impactante: con 1.81 mt de altura, con su larga cabellera azabache y unas facciones tan delicadas como su figura, resalta, indudablemente entre la multitud. No cree que nació para ser reina de belleza, de hecho, este camino ha sido, en realidad, una consecuencia y coincidencia de su activismo con la ayuda social en la que siempre ha estado vinculada.
Estudia Administración de Empresas. Tiene 23 años y falta muy poco para que obtenga su título. Esta carrera la eligió porque sabe que, en un país como el nuestro, hay miles de emprendimientos y negocios que necesitan seguir creciendo, ser guiados e impulsados. Ella quiere ser parte de esa cadena productiva: “Soy Aries (risas), me encanta ayudar y liderar, pero me preparo para hacerlo de la manera adecuada.”
¿Cómo ha sido el reto de ser parte de un reinado como el Miss Ecuador y, por ende, prepararte para el certamen de belleza más importante del mundo?
Ha sido un reto que no me imaginé que tendría. Se rompen esquemas mentales y eso, indudablemente, nos hace crecer. No es fácil: hay que dedicarse en cuerpo y mente, tener el objetivo claro, pero divertirse mucho en el camino.
Sin embargo, has estado vinculada desde los 14 años en el modelaje; ya cuentas con experiencia…
Sí, pero no era una preparación para reinado. Mi mamá me inscribió en una agencia para aprender a caminar recta porque me jorobaba bastante (risas). Sin embargo, eso me ayudó a entender mejor mi cuerpo, a vincularme con la moda, con el estilo, pero no era nada serio. Lo que sí me interesaba en el colegio, era la labor social. Me vinculaba con pequeñas acciones: reciclaje, ayuda y recolección de donaciones para niños o familias de escasos recursos. No han sido proyectos míos como tal, pero siempre me ha gustado estar involucrada. Incluso durante la pandemia me uní a una fundación en la que íbamos a entregar ayuda en bicicleta; fue una experiencia gratificante.
Siempre se puede ayudar sin necesariamente estar involucrada en un certamen de belleza..
Sí, claro. Pero te abre, sin lugar a dudas, muchas puertas. Al tener el título de Miss Ecuador y tener la conexión con marcas, es más fácil lograr estos objetivos de ayuda social.
En un momento tan trascendental para el empoderamiento femenino, ¿cómo combinar este tema de la belleza exterior con la necesidad de buscar espacios profesionales adecuados, justos, con visibilidad para la mujer más allá de cómo luce…?
Estos espacios buscan potencializar a la mujer. Reconocer tus debilidades y potenciarlas, trabajar en virtudes para hacer grandes cosas. Más allá del conocimiento que adquieras en una profesión, el hecho de que te conozcas, que tengas una salud mental firme, que tu autoestima esté elevada, te ayuda a alcanzar tus metas. No tiene que ver con el certamen en sí, sino en reconocer la belleza que cada una tenemos y sentirnos seguras. También te enfrentas con muchos miedos y, te das cuenta, que hay trabajo por hacer…
¿A cuáles miedos te has enfrentado tú?
El hecho de poder comunicarme, la oratoria no es algo mío, por decirlo de alguna manera. Yo no soy tan sociable, soy muy de familia, de círculos pequeños, entonces he tenido que trabajar mucho en esa parte que no se me da fácilmente.
¿Cómo ve tu familia este nuevo paso en tu vida que viene, además, con una responsabilidad muy grande?
Ellos siempre me apoyaron desde el primer instante. Confiaron mucho en la organización, en que me cuiden; confían en mi, en mi capacidad de tomar buenas elecciones en el momento adecuado. Esto es una etapa muy corta, pero hay que hacerlo bien. Más allá de los resultados del Miss Universo, quiero que se note la presencia de Ecuador, de nuestros hábitos, de nuestras costumbres, de nuestros diseños, de lo que estamos hechos los ecuatorianos.
Un ‘Miss’ muy diferente
El mundo ha cambiado drásticamente, y el certamen también ha dado un giro en sus políticas. Ahora competirás con mujeres trans, con madres de familia, con todo un espacio de inclusión que nunca antes se había visto. ¿Cómo te sientes al respecto?
Es emocionante. En el eslogan -y en sus propósitos más profundos-, el Miss Universo siempre ha fomentado la inclusión. Ahora no habrá límite de edad para participar. Mujeres adultas, madres, no hay condición social o educativa que se discrimine, lo que se traduce en que no hay nada que limite tu capacidad de sentirte poderosa. ¡Yo estoy encantada!.
¿Cuáles, entonces, son los desafíos de este Miss Universo tan diferente al de años anteriores en el que las expectativas de belleza eran otras?
El mundo ha evolucionado de diferentes maneras y poder enfrentarme a ese escenario inclusivo y ser parte de estos cambios sociales me hace sentir feliz y orgullosa. Voy a conocer a Miss Netherlands que es trans, a Miss Colombia y Guatemala que son madres, entre otras realidades que ahora se exponen en el escenario de este concurso.
¿Y crees que talvez, lo políticamente correcto en esta nueva narrativa pudiera afectar tu participación?
No. Estoy segura de quien soy y de que podré trasmitirlo adecuadamente durante el certamen. Sé, además, que los jueces no solo evalúan lo físico sino que es un concurso que evalúa a las participantes de manera integral.
Al inicio de esta conversación me dijiste que no te considerabas alguien vanidosa…
Para nada. Es decir, me gusta la moda y verme bien. Pero siempre me he enfocado en otras cosas: actividades propias de mi edad, en los estudios, viajar, trabajar, y no soy de las que creo en conceptos vanos o temporales. La belleza tiene matices, tiene subjetividad, tiene época incluso; entonces me he formado para que más allá de la apariencia lo que tengo dentro nunca caduque. No quedo enceguecida con el reflejo ni con la adulación. Las cosas que me hacen sentir bien no tienen que ver con la imagen.