Por: Sasha Santamaría (Consultora de Moda y Estilo)
Dentro del extenso imaginario onírico de la moda, el nombre de John Galliano evoca ruptura y provocación. Considerado uno de los diseñadores más influyentes de nuestra época, la vida del modisto británico nacido un 28 de noviembre de 1960 en Gibraltar ejemplifica el mito de aquel que lo conquistó todo para luego darlo por perdido y aun así, resurgir con fuerza en medio de la adversidad.
Sus primeras inquietudes en cuanto a la moda surgieron gracias a su madre, una andaluza adoradora del flamenco que cuidaba en vestir a su pequeño con esmero y pulcritud. Mientras transitaba su infancia, su familia decidió mudarse a Londres, ciudad en la que pudo formalizar su formación como diseñador, ingresando a formar parte del mítico instituto Central Saint Martins, donde se graduó en 1984 con mención de honor. Su trabajo final que aunó en una colección llamada “Los Increíbles” inspirada en la Revolución Francesa y de contundentes tintes historicistas, le valió el pase al reconocimiento.
A pesar de ser una propuesta ejecutada con bajo presupuesto –utilizó retazos sobrantes de cortinas y textiles de muebles para su confección- su ingenio y recursividad llamaron la atención de la boutique Browns –la que también impulsó la carrera de Alexander McQueen- quien para fortuna de Galliano decidió comprar toda su colección. Así, el trabajo del diseñador empezó a ganar reconocimiento en la escena creativa londinense. Sin embargo, en 1990 decide cambiar Londres por París con el propósito de desarrollarse ampliamente en su profesión.
La ciudad luz le brindó momentos amargos; días de bolsillos vacíos y economía ajustada, aunque, afortunadamente, nunca le faltó la ayuda de amigos igual de entusiastas que confiaban en su visión y le demostraban su apoyo colaborando gratuitamente en sus proyectos.
Luego de unos años la suerte le volvería a mostrar su mejor rostro, gracias a la llamada que recibió en 1995 por parte de Bernard Arnault, propietario del conglomerado de lujo LVMH, quien estaba en búsqueda de una figura histriónica, carismática y por supuesto creativa para que comandara las riendas de la casa Givenchy. Las voces de Anna Wintour y André Leon Talley, ambos editores de la versión estadounidense de Vogue, fueron determinantes para que el diseñador aceptara este nuevo desafío, para apenas un año después asumir el que sería uno de los retos más grandes de su carrera: convertirse en director creativo de la maison Christian Dior.
Su período dirigiendo la firma fundada por el creador del “new look” y de la “mujer flor” estuvo lleno de teatralidad y exuberancia. Al igual que en su época de estudiante, sus colecciones denotaban una fijación por la historia, las siluetas exageradas y el exotismo de culturas místicas como la egipcia y la japonesa. No escatimaba recursos para volver realidad sus fantásticas y grandilocuentes piezas, que lucían casi imposibles para ser portadas sobre el cuerpo pero que funcionaban para seducir a la prensa y acrecentar el prestigio de la casa francesa.
Pronto se convertiría en el favorito de las celebridades, contando, por ejemplo, con el privilegio de que figuras como la princesa Diana, Charlize Theron –su eterna musa-, Nicole Kidman y Kate Moss –quien le encomendó el diseño de su vestido de boda- se animaran a lucir sus creaciones, legándonos preciosas visiones que hoy son evidencia de su paso por Dior, faceta que pronto vería su ocaso luego de que en 2011 debido a unas lamentables declaraciones que realizó en estado de embriaguez, los directivos decidieran prescindir de su talento.
Aquel percance parecía haber puesto el punto final a su carrera. No obstante, luego de un largo silencio, el 2014 fue el año en que el diseñador volvería a ver la luz de las pasarelas, esta vez, tomando el cargo de una de las firmas más vanguardistas y transgresoras, Maison Margiela, que debe su nombre al diseñador belga culpable del movimiento deconstructivista que cautivó a la moda a inicios de los 90. Galliano resultó ser el diseñador apropiado para devolverle el esplendor a la marca fundada por el discreto y no oficialmente reconocido miembro de los “Seis de Amberes”.
En esta nueva etapa, Galliano se ha permitido la libertad de crear conceptos, colecciones que no son solo una oportunidad para mostrar ropa sino para expresar mensajes entre líneas que bien informan sobre el estado de nuestro presente o brindan una proyección acerca de nuestro futuro. Su fórmula es la innovación en la materialidad y la forma, consumando su discurso en estilismos de volúmenes histéricos que parecen concebidos para proteger al cuerpo de las inclemencias y violencia que experimenta el mundo actual, demostrando que la designación de enfant terrible de la moda aún le pertenece.
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