Para describir el fenómeno Bad Bunny, hay que distanciarse de todo convencionalismo en la comprensión de la fama, del marketing, de lo musical y del sentido de la estética. Requiere reordenar nuestros códigos, abrirnos a la posibilidad de mil lecturas y navegar por nuevas tendencias…

Por Martha Dubravcic. Fotos: Getty Images y cortesía Feel The Club.

El significado de su nombre artístico, Bad Bunny, que hace mención a Conejito Malo no es solo una traducción del inglés sin más sentido que el que expresa. Sino que tiene origen en una foto de infancia, que registra un momento de escuela en que estaba vestido de conejo y expresaba un gesto de enojo. De hecho el propio Bad Bunny lo reveló en una entrevista: “Me surgió la idea cuando quise empezar en esto de la música. Utilicé un concepto que nadie va usar en la historia del género y es algo distinto. Es un personaje o una marca. El conejo malo o malvado, como la gente quiera decirle”, (buenamusica.com)

En efecto, nadie utilizaría ese nombre en la industria y se ha construido alrededor de él una marca y un personaje, ambas cosas, un capital simbólico gestionado por sí mismo.

En lo musical, Bad Bunny explora con producciones que se ajustan a la estética trap, aquel subgénero urbano, que algunos derivan del rap y otros del hip hop, de letras agresivas, explícitas y, según muchos, desvergonzadas. Con certeza, el artista ha buscado transitar por esta ruta con intención y deliveradamente, quizás seguro del impacto que produce toda conducta disruptiva.

El portal eldiaro.es señala: “Como corresponde al género, hay imágenes de lujo y desenfreno que tanto por su escasa capacidad poética como por el mensaje que transmiten resultarán inaceptables para buena parte de la audiencia:

No sé si irme en el Mercedes o en el Maserati / Modelos extranjeras que me dicen ‘Papi’ / Están tirando al cel, ya me quieren ver (Ah) / Seguramente, ya están locas por coger / Pero soy yo quien les llevo la champaña / Si no es con Moët, la rubia no se baña” canta en Otra noche en Miami”.

La predilección por estos ritmos le han valido la denominación de Príncipe del Trap. ¿qué lo ubica en ese lugar? Quizás el hecho de que “muestra lo grotesco, lo bruto, con ritmos lentos y letras bien afiladas, sin fisuras. Sus temas versan sobre la superación en el ámbito amoroso y personal. Es de los primeros en Latinoamérica en exponer cómo se canta el trap”, (buenamusica.com).

Otros críticos señalan que lo que hace es R&B contemporáneo; un género que le permite combinar elementos de soul, rhythm and blues, funk, hip hop y música electrónica bailable.

ESTÉTICA Y ¿GENIALIDAD?

Bad Bunny no es un producto casual que despuntó con éxito en la industria, es un diseño cuidadoso delineado para explotar talento, creatividad y potencial. Compone la mayoría de sus temas, y cuando ello ocurre la probabilidad de éxito pareciera ser mayor, pues uno mismo es canal de expresión de aquel lugar íntimo, propio.

Además, Bad Bunny se encarga también de algunos procesos importantes de la producción. No sólo las letras son suyas, sino que también le pertenecen muchas de las pistas. Eso en lo musical.

Pero la estética del artista -que merecería capítulo aparte- es otro de los ejes clave. Por eso está a cargo del diseño de las imágenes que muestra en sus redes sociales. Así, la personalidad excéntrica, irreverente y libre de prejuicios se narra a cabalidad a través de las imágenes con las que él mismo decide mostrarse y construir su relato

La facilidad para romper estereotipos es una de sus virtudes. Bad Bunny se atreve y su audacia se hace evidente en cada milímetro de su corporalidad. Ha explorado con prendas y outfits que no calzan con lo masculino tradicional. Quizás debido a la influencia de su madre, la estética femenina estuvo siempre rodeándolo. Carolina Montes, en el portal los40. com, cita las palabras del artista: “Siempre recuerdo ver las piezas con ropa de mujer, y siempre me quedaban mucho mejor”.

En el mismo artículo, Montes destaca su estilo como una de las piezas claves de su marca, y menciona que el artista habría declarado no haber sido 100% él al inicio de su carrera, por encajar en una industria que todavía sigue teniendo toques machistas: “Tal vez al comienzo de mi carrera, traté de fingir que era alguien que no soy, pero aprendí que esa es la forma en que los artistas se pierden a sí mismos”, dijo.

Todo indica que para él, su estética es la forma de expresar su esencia y no una forma de captar la atención. “La gente de fuera puede pensar que tengo una estrategia o que me pongo esto para llamar la atención, pero en realidad sé quién soy”, explica en los40.com.

La historia personal del artista dio un giro cuando de trabajar en un supermercado ascendió velozmente por la fama hasta ser el ícono universal que es hoy en día.

No en vano el sitio web vogue.es señala que su armario es una declaración de intenciones, donde desde las gafas de sol, las joyas, las uñas de colores o las faldas son algunos de sus básicos. Estos toman riesgo con otros elementos, configurando propuestas tan originales como impactantes. Esa estética lo ha llevado a portadas de revistas como Allure o The Fader y lo situado como objeto de análisis en la moda.

Sus conciertos siempre terminan siendo un Sold Out incluso cuando los publica sin tener fechas definidas o un disco por promocionar. Y es que más allá de su música, Bad Bunny es un fenómeno en escena, en pasarela y en redes sociales y nadie quiere perderse de ese espectáculo.

EN LA CUMBRE

Si echamos una mirada a su historia y a su origen, sorprende cómo el destino ha obrado a favor del artista. El portorriqueño nacido en 1994, hijo de una profesora de inglés y un conductor de camiones, podría haber transcurrido su vida en la pasividad de lo predecible. Sin embargo, la música se le pegó desde los cinco años, escuchaba a Vico C y el momento definitivo llegó cuando se conectó con la música de Tego Calderón (buenamusica.com). Tal era su obsesión por él que cuando le daba pereza de ir a la escuela, la amenaza que recibía era ‘no escuchar a Tego’. “Hacia los trece años de edad, empezó a cantar, componer y producir música. Sus principales fuentes de inspiración fueron algunos intérpretes destacados de rap, salsa y reguetón, entre ellos Vico C, Tego Calderón, Hector Lavoe y Daddy Yankee, señala el portal.

El portorriqueño, nacido en 1994, hijo de una profesora de inglés y un conductor de camiones, se dejó cautivar por la música desde los cinco años, escuchaba a Vico C y más tarde Tego Calderón que fue para él, un referente musical.

Lo que vino después es conocido. Trabajaba en una cadena de supermercados, cuando empezó a cantar y, pronto estaba experimentando una carrera meteórica, plagada tanto de éxitos como de críticas. Una fama que crece como la espuma, a punto de que la Universidad de California ha creado una cátedra especial sobre él. Recientemente, su álbum Un verano sin ti sumó ocho semanas en la cima y es el que más se ha mantenido en esa posición en la historia de Billboard. Y no podemos olvidar cuando con su segundo disco, YHLQMDLG (Yo hago lo que me da la gana), se convirtió en el artista global No 1 de Spotify y ganó el premio al álbum del año en los American Music Awards.

Lo llaman el Príncipe del Trap. ¿qué lo ubica en ese lugar? Quizás el hecho de que “muestra lo grotesco, lo bruto, con ritmos lentos y letras bien afiladas, sin fisuras. Sus temas versan sobre la superación en el ámbito amoroso y personal…”.

Un verano sin ti sumó ocho semanas en la cima y es el que más se ha mantenido en
esa posición en la historia de Billboard. Y no podemos olvidar cuando con su segundo disco, YHLQMDLG (Yo hago lo que me da la gana), se convirtió en el artista global No 1 de Spotify.

Hoy, la genialidad de un latino pone a la música en español en la cima, al género trap a la vanguardia, a su estilo como ícono de la moda, a sus letras como emblemas… hoy estamos frente a un objeto de estudio en la academia, a un tótem humano al que le sobra adulación y a un relato construido para pegar fuerte en la industria del entretenimiento. Estamos frente a un verdadero fenómeno que impacta más allá de lo efímero y trasciende.