Cyberbully Coming Out from the Computer Internet to Bully and Harass a Girl. Artwork Illustration depicts social media problem, Internet, cyberbullying, and harassment.
Durante 7 años, Isabella Nuques vivió las consecuencias de la violencia digital. Extorsiones y violaciones a su intimidad se convirtieron en un fantasma que prometía nunca dejarla en paz. Una tarde de agosto, en 2019, decidió romper el silencio que la había sumido en la soledad tan solo para darse cuenta que lejos de ser la única, miles de mujeres en Ecuador, y el mundo, se enfrentan a diario a estos delitos que atentan contra su integridad.
Por: José Luis Cañizares. Fotos: 123RFf y Getty Images.
La violencia digital se define, según el diccionario de publicaciones académicas IGI Global, como el uso de tecnologías digitales para cometer actos que resultan en daños psicológicos, físicos o emocionales en terceros. La realidad es que bromas, memes y situaciones que se toman a la ligera en redes sociales y la web, muchas veces, terminan en acoso, violencia sexual, cyberbullying e, incluso, el suicidio.
Aún cuando todos los usuarios digitales están en riesgo, este es un problema que afecta principalmente a las mujeres. Por ejemplo, en un estudio realizado en México, la organización Luchadoras MX detectó que más del 87% de las víctimas de violencia digital eran mujeres entre los 18 y 30 años. Incluso cuando la conectividad a internet sigue siendo un privilegio, el Instituto Europeo para la Igual- dad de Género (EIGE) señala que 1 de cada 10 mujeres ha experimentado ya una forma de violencia online desde los 15 años.
“Hay una pandemia de violencia digital contra las mujeres y las niñas”, asegura un reporte de World Wide Web Foundation; esto, porque su encuesta, realizada en 180 países, reveló que el 64% de las niñas y las mujeres habían sido víctimas de abusos online, como amenazas, acoso sexual y filtración de imágenes privadas. En cifras todavía más alarmantes, el 87% aseguró que la situación está empeorando cada vez más.
Detrás de las estadísticas, cada caso de violencia digital hace que las víctimas vivan un verdadero infierno personal. “Durante 7 años, salían perfiles falsos con mi nombre y publicaban fotos íntimas mías, que habían sido tomadas dentro de una relación de confianza. Cada vez que emprendía una relación o una oportunidad laboral, enviaban otra vez las fotografías o me acosaban”, relata Isabella Nuques; quien identifica que, en ese tiempo, le desbordaban los sentimientos de culpa y miedo de hablar.
Precisamente, una investigación de Amnistía Internacional identificó que ataques de pánico, ansiedad, pérdida de autoestima y sueño son las secuelas psicológicas más comunes en las víctimas de abusos digitales. No obstante, existen ataques en línea que afectan, también, a la integridad física de las mujeres; de hecho, el 41% de las víctimas aseguraron que las experiencias de violencia online les hicieron sentir que su seguridad estaba bajo amenaza.
Este fue el caso de Isabella, que, en agosto de 2019, cuando había alcanzado una posición importante en su carrera, recibió un mensaje extorsivo en Whats- App. “Me decían que si no daba la cantidad de 1 500 dólares, iban a destruir mi vida e iban a enviar mis fotografías; pero, además, me mandaron videos obscenos con mis fotografías. Decidí que no quería que me vuelvan a dañar y denuncié mi caso en la Policía; la Unase descubrió que, todo este tiempo, el acosador era mi exenamorado”.
De hecho, las redes sociales y chats virtuales son los principales canales por donde se expresa la violencia digital. Según un estudio del diario británico The Guardian, la red donde más ataques de este tipo se dan es Facebook, con el 39% de los casos; seguido por Instagram, con el 23%; y Whats- App, con el 14%. La sextorsión, o amenaza de compartir material íntimo sin consentimiento, como el caso de Isabella, representa tan solo uno de los más de nueve tipos de violencia online identificados.
Aún cuando existen filtros y herramientas de protección digital, entrar al mundo de la web presupone, inevitablemente, el riesgo de exposición a contenidos peligrosos y el contacto masivo con extraños. La organización internacional Save the Children distingue, en su reporte “Violencia Viral”, al menos nueve tipos más comunes de abusos online; de los cuales, la mayoría implican también delitos contra la integridad sexual. Estos tipos de ataques virtuales son: sexting sin consentimiento, o mensajes sexuales sin permiso; sextorsión; violencia en línea contra la pareja o expareja, como el revengeporn; happy slapping, o difundir en la web agresiones físicas, verbales o sexuales; online grooming, o cuando un adulto contacta a un menor de edad engañándole para involucrarse en actos sexuales; exposición involuntaria a material sexual o violento; robo de identidad; doxeo, o difundir información privada sin consentimiento; y cyberbullying.
Este último tipo de violencia, el cyberbullying, es uno de los más comunes y que se ha esparcido al mismo ritmo y tiempo que crecen las redes sociales y el acceso a la conectividad. Según Save the Children, estos ataques se caracterizan como “comportamientos repetitivos de hostigamiento en línea, para dañar, insultar, humillar o difamar”. Para la organización Ayuda en Acción, el ciberacoso cumple con tres rasgos comunes: el anonimato, la falta de percepción del daño causado y la adopción de roles imaginarios en la web.
“Vivo con miedo. Este acoso te daña de maneras psicológicas, emocionales y hasta físicas”, comenta Bella Menéndez, una personalidad de Twitter que se ha visto afectada con amenazas chantajes e insultos, a través de sus redes sociales, por más de un año y medio. “Me dijeron que me querían hacer daño y que cerrara mi cuenta. Me amenazaban con hacerme ataques en fechas específicas. Luego, expusieron información personal mía y buscaron a mi familia, mi esposo, etc”, re- lata. Tanto ella como Isabella se encontraron, cara a cara, con la indefensión del Estado y la falta de leyes que protejan a las víctimas de abusos cibernéticos. Bella tuvo que presentar una denuncia ante las autoridades de Estados Unidos, país donde reside; mientras que en Ecuador emprendió un proceso por violación a la intimidad, en vista que no existía una figura legal exacta para su caso. “Cuando pasan estas cosas, una busca policías, bus- ca ayuda, pero llega un momento en el que ya no se sabe qué más hacer”, comenta. (Al cierre de esta edición, Bella desactivó su cuenta de Twitter, con más de 41 mil seguidores, “por paz mental”).
Isabella, por otro lado, logró llevar a juicio a su agresor, quien recibió prisión preventiva por el delito flagrante de extorsión. Sin embargo, luego de un largo proceso, un juez decidió dejarlo en libertad con medidas sustitutivas. “No trataron mi caso como violencia de género, sino como que me querían robar dinero. Ahora que busco la fecha para seguir en las audiencias me dicen que como mi victimario no está en la cárcel, no es prioridad”.
La ineficiente respuesta de la Justicia únicamente encendió en Isabella la necesidad de hacer público su caso y convertirse en activista por los derechos de las mujeres y en contra de los abusos cibernéticos de género. Llenándose de empoderamiento e información, logró apoyar al tratamiento de la Ley de Violencia Digital en la Asamblea Nacional; con el objetivo de incluir el enfoque de género y las correcciones necesarias para contrarrestar esta problemática.
En la actualidad, el Legislativo tramitó el proyecto de ley y el consiguiente veto parcial del Ejecutivo; sin embargo, el debate no se centró en la importancia de proteger a las niñas y mujeres de toda clase de ataques cibernéticos. En realidad, lejos de desentrañar las causas y los efectos de la violencia digital, la ley pasó por discusiones sobre la libertad de expresión, el ejercicio periodístico y la protección de la imagen de políticos y personajes públicos. Mientras tanto, Isabella, Bella y las incontables víctimas de estos delitos continúan navegando solas en los abusos, violencia y aguas oscuras de la web.
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