Hay circunstancias en que el padre debe asumir a solas el cuidado de sus hijos. Si deja de ser funcional la estructura o el padre se convierte en papá y mamá o si debe redefinirse los roles familiares, son inquietudes que surgen cada vez que estamos frente a una realidad así.
Por: Martha Dubravcic. Fotos: 123rf
La modernidad ha marcado cambios profundos en la paternidad/maternidad, en las formas en que se configuran las familias, en las figuras referenciales para los hijos, etc. Si en términos generales, es la madre la que tradicionalmente se dedicaba a la crianza y la que en caso de ruptura tenía de suyo la custodia de los hijosmenores, las cosas han cambiado.
Ahora, aunque dependiendo de las normas jurídicas de cada país, los padres pueden reclamar custodia y por otro lado, la permeabilidad de los roles ha hecho que los padres en general se involucren mucho más que antes en la crianza y acompañamiento de sus hijos, abandonando el rol de solo proveedores, de modo que, según muchos, podrían estar más listos para asumir solos esa crianza.
No siempre es una ruptura lo que determina que el padre asuma el rol completo de crianza. Puede ser también un acuerdo de separación temporal por estudios o trabajo de la madre, el abandono, o en el peor de los escenarios la muerte dela madre. Como vemos, las circunstancias son distintas y ponen matices diferentes al análisis; lo que no cambia es la realidad: un padre que asume -a solas- la educación, crianza, convivencia y responsabilidad sobre sus hijos.
En la practicidad del día a día, ¿cuáles son las escenas? Despertar a los niños, hacerles los desayunos, supervisar su higiene, despacharlos o llevarlos al colegio, definir qué van a comer, dar instrucciones, acompañar o supervisar sus deberes escolares, animarlos en sus clases extraescolares, deportes, etc. Los fines de semana realizar actividades junto a ellos o facilitar su vida social, cumpleaños, fiestas, amigos. En medio de este panorama aparecen -por supuesto-citas con el dentista y pediatra, compras de útiles y uniformes, reuniones del colegio y la lista podría ser muy extensa.
Muchos padres logran llevar esta dinámica con naturalidad y optimismo; para otros es sencillamente abrumador; no caben juicios en este sentido. Ser padre a solas–es decir por fuera de la estructura tradicional de familia- es un aprendizaje que a unos resultará más difícil que a otros. Cuando esto ocurre, lamentablemente suelen caer en desaciertos. Hace un tiempo una psicóloga me comentaba que es frecuente desestimar la inmensa capacidad de adaptación que tienen los niños a esa nueva dinámica. Decía que su flexibilidad cerebral permite que los aprendizajes se interioricen rápidamente y logren adaptar la circunstancia actual a su realidad con mayor rapidez que un adulto.
Raúl está a cargo de sus dos hijos: Juliana y Martín de 12 y 9 años. Su matrimonio se acabó hace cinco años, y en el 2021 su esposa se casó con un extranjero y se fue a otro país. En el caso de él, los niños tienen la verdad en sus manos y ese fue un punto de partida importante, dice. “Al principio sentí una carga muy pesada y a veces me angustiaba porque veía que mis hijos tenían solo la mitad de una estructura familiar, sentía que siempre había un faltante. Pero con ayuda profesional pude superar esa idea y entregarles lo mejor”, afirma. Él ve a sus hijos seguros y felices. Este ejemplo nos sirve para terminar con el estigma de que la paternidad a solas necesariamente implica un déficit. Muchas realidades nos muestran que no necesariamente ésta será una paternidad disminuida, así como no necesariamente los chicos crecerán inseguros y con carencias.
El caso de Roberto es similar. Se trata de un funcionario del servicio exterior que vivía con su esposa y dos hijos en Madrid, donde se encontraba en misión diplomática. Allí se disolvió su matrimonio y al término de su misión, su esposa decidió quedarse a trabajar allí hasta obtener la ciudadanía. Él retornó con los dos adolescentes, pues terminaba su misión y los recursos e ingresos suyos y de su esposa no permitían mantener a los chicos en España. Estuvo a cargo de los niños durante cuatro años hasta que pudieran ir a cursar universidad a Madrid, donde vive su mamá. En su caso los niños convivieron conRoberto y la madre de él, es decir con la abuela paterna. Fue un gran apoyo, una convivencia con mucho amor y responsabilidad. Sin embargo, reflexiona que no considera muy sano que el rol materno lo tomara la abuela y que si volviera atrás, diseñaría su núcleo entre él y sus dos hijos.