Ganar el concurso de Masterchef Ecuador cambió su vida radicalmente, en muy poco tiempo. Sin embargo, asegura que esta fama inesperada tan solo ha sido un impulso para lograr los sueños en los que, desde hace mucho, ha estado trabajando. (¡Y no todos tienen que ver con la cocina…!)
Por María José Troya C. Fotos: Soledad Rosales. Producción y estilismo: Carolina Cabrera. Maquillaje y peinado: Norma Corrales. Asistente foto: Juan Camaniero
Tiene 33 años, nació en Quito y es Acuario –signo que como elemento tiene al aire– y eso es solo una acotación para quienes desean conocer más de él, porque, en realidad, Roberto no se deja guiar ni por el horóscopo o la suerte.
Sin embargo, como si fuera un guiño del destino, nació para volar. Desde muy joven supo que quería ser piloto profesional, dice que tal vez fue escuchar el ruido de los aviones o su imponencia en el aire los que le mandaban una señal, pero que también pudo ser el asombro que tenía al ver todos los botones de comando del ‘Gusanito’ del Play Land Park los que lo impactaron y le hicieron imaginar cómo sería dominar todos esos controles.
Sin embargo, empezó a estudiar Periodismo porque la Aviación era una carrera costosa. Al poco tiempo se dio cuenta del error y retomó su camino y se inscribió en la Escuela de Pilotos de Ícaro. “Tuve el respaldo económico de mi familia y full préstamos, pero ni bien estaba en el aula sabía que eso era para mi y que el esfuerzo valía la pena.”
La cocina sin embargo, siempre estuvo acompañándolo -a veces de manera más discreta y otras veces más evidente- pero paulatinamente empezó a convertirse en un placer que empezó a complementar su vida. “En cada viaje siempre me metía a las huecas a probar, a ver qué hacían, a conversar con los chefs o cocineros. Me enseñaban sus secretos y hasta me ofrecían trabajo.”
Con todo lo que estás viviendo actualmente, ¿has pensado nuevamente en volar?
Sí, claro. Quiero organizarme bien para lograr desarrollar las dos cosas a la par. En la volada me falta experimentar un poco más, pero está en mis objetivos.
Si tienes que pensar en un plato que te hace volver a la infancia ¿cuál sería?
El icónico de mi familia: el Viche, pero ese no solo era motivo de reunión familiar sino de todos los panas del barrio que caían a la casa.
¿Qué te hizo querer cocinar?
Ver a mi abuela Mari (Mariana) tan fluida, tan natural en la cocina, poniendo su sazón, sus pizcas de ingredientes sin estrés, con maestría, divirtiéndose de ese proceso tan cotidiano que es alimentar a una famila. Todos cocinamos en casa, pero ella es otro nivel.
¿Y tu tío del que siempre hablas en tus redes?
¡Es mi tío Andrés! Él es mi acolite, mi amigo y el que me impulsó a seguir el sueño de ir a participar con mis pizzas. Fue incluso mi estratega: me dijo que vaya, enseñe el producto, me divierta y visibilice lo que yo hago hasta que me boten (risas).
¿Por qué crees que te escogieron?
(Risas) no lo sé. Para mi era la plataforma ideal para mostrar mis pizzas, darles fama y seguir adelante. Pero poco a poco fui avanzando y ni yo mismo me lo creía. Muchos participantes llegaron a decir que me escogieron porque tenía amigos en la producción, que era un infiltrado, que solo entraba para armar polémica y tanta cosa. Sin embargo, entré igual que los otros y fui avanzando…
¿Algo de suerte?, ¿tal vez durante las eliminaciones?
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